COVID-19

COVID-19 y los tiempos de Ciencia Abierta

Fotografía de NICOLAS ASFOURI | AFP

09/05/2020

El 31 de diciembre de 2019, la Comisión Municipal de Salud de Wuhan (provincia de Hubei, China) identificó un nuevo coronavirus, denominado inicialmente 2019nCov, como causante de infección respiratoria en 41 personas que estuvieron en un mercado de animales salvajes. El 4 de enero de 2020, la OMS informó en las redes sociales la existencia de un conglomerado de casos de neumonía —sin fallecimientos— en Wuhan. 

El 12 de enero de 2020, China hace pública por redes sociales la secuencia genética del coronavirus causante de una enfermedad respiratoria. Al día siguiente se demostró que el coronavirus era distinto a los virus SARS-CoV y MERS-CoV, los cuales causaron miles de muertes en las últimas dos décadas. 

Las secuencias genéticas también permitieron el rápido desarrollo de pruebas diagnósticas para detectar el coronavirus y así evaluar a personas sintomáticas en aeropuertos internacionales de Asia con vuelos provenientes de Wuhan, China. El 12 de enero de 2020 se detectó el primer caso fuera de China, en una persona que viajó desde Wuhan a Tailandia. 

Desde el 14 de enero de 2020, nuevos casos fueron reportados en varias partes del mundo, implicando la posibilidad de una alta transmisión y la posibilidad de infección de humano a humano. El 16 de enero un nuevo caso en Japón, de un viajero desde Wuhan, quien no había visitado el mercado, lo cual genera la sospecha de una infección humano-humano.

Con base en estas observaciones, el grupo de salud pública del Imperial College de Londres construyó un modelo para analizar rápidamente variables como el tiempo de retraso entre infección y reporte y la probabilidad de que un caso sea detectado fuera de Wuhan. Se llevó a cabo usando estimaciones demográficas y de tráfico aéreo diario, demostrando que había que intensificar la búsqueda en aeropuertos nacionales e internacionales con alta interconexión con Wuhan y que estaban en las puertas de una gran epidemia.

La OMS publicó el 16 de enero de 2020 una Alerta Epidemiológica sobre el nuevo coronavirus con información actualizada periódicamente en su página web. 

El 19 de enero de 2020, se publicó el primer manuscrito científico analizando las frecuencias de tráfico aéreo internacional desde Wuhan y estimando el potencial riesgo de transmisión del virus en Asia. El artículo fue publicado en forma de preimpreso sin evaluación de pares.

El 11 de febrero de 2020, la OMS anuncia que el Comité Internacional de Taxonomía de Virus designó al nuevo coronavirus SARS-CoV-2 y la OMS denominó a la enfermedad causada por ese coronavirus como COVID-19.

La OMS reconoció al COVID-19 como una pandemia global el 11 de marzo de 2020.

Imagen de coronavirus SARS-CoV-2, propiedad del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), liberada a Wikimedia bajo licencia CC-by-2.0

La rapidez con la cual se ha abordado la pandemia de COVID-19 ha sido posible gracias a la ciencia abierta. Es decir, la producción de conocimiento científico con publicación inmediata de datos, métodos y resultados, con participación de la comunidad científica global, realizando el escrutinio, revisando rápidamente la metodología y resultados en tiempo real y comunicando por redes sociales. 

La ciencia abierta consiste en producir conocimiento científico de manera abierta, colaborativa y rápida, dejando en libre disponibilidad tanto los instrumentos de trabajo como los resultados intermedios y finales que se obtienen a lo largo del proceso. La ciencia abierta se comunica con la sociedad, estimula la ciencia ciudadana y se preocupa por el retorno a la sociedad del conocimiento producido, siempre con pleno respeto a la propiedad intelectual, en defensa de las buenas prácticas y la transparencia. 

En esta década la ciencia abierta ha ido ganando terreno entre los investigadores. Ha generado investigaciones de vanguardia que se han beneficiado del análisis de grandes volúmenes de datos, a bajos costos y en tiempo más corto. Para muchos científicos es más eficiente reutilizar las herramientas de datos y programas de colegas que construirlas desde cero para cada proyecto de investigación. 

Esta necesidad de datos está impulsando un cambio cultural y de actitud entre los investigadores. Cada vez más buscan asociarse con sus pares en otras instituciones, mientras que los científicos del mundo académico buscan trabajar con empresas que poseen grandes cantidades de información para su investigación. A medida que aumenta la importancia de las herramientas de datos y sus programas, los científicos que comparten abiertamente su trabajo son recompensados cada vez más a través del reconocimiento y más oportunidades de colaboración.

En la Universidad Central de Venezuela (UCV) comenzamos a abrir el camino hacia la ciencia abierta. Desde el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH) establecimos alianzas con profesores pertenecientes al Instituto de Investigación en Comunicación (ININCO), Sistema de Educación a Distancia (SEDUCV), Escuelas de Comunicación Social, Medicina y Educación y Wikipedia Venezuela, para trabajar, entre otras cosas, en alfabetización digital, aula virtual y ciencia abierta.

Durante la pandemia de COVID-19, un grupo de venezolanos —Joseph Thomas Ortega (Western Reserve University, EUA), María Luisa Serrano (UCV), Flor Helene Pujol (IVIC), Héctor Rafael Rangel (IVIC)— realizaron una investigación in silico publicada el 16 de marzo de 2020 en EXCLI Journal, la cual demostró que la proteasa principal del SARS-CoV-2 es un buen blanco de ataque de los inhibidores de la proteasa del virus de inmunodeficiencia humana tipo 1 (VIH-1). Esto señala un potencial terapéutico para dichos inhibidores.

La pandemia de COVID-19 ha cambiado la forma de hacer ciencia en el mundo. Mientras los líderes políticos han cerrado sus fronteras, los científicos han estado rompiendo las suyas, creando una colaboración global diferente. Nunca antes, tantos investigadores de todas las ramas de la ciencia se habían concentrado simultáneamente en un solo tópico y con tanta urgencia. Prácticamente, el mundo académico paró sus investigaciones para dedicarse al COVID-19.

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Félix J. Tapia. es biólogo de Concordia University, Montreal, Canadá e inmunólogo de la Universidad de Londres, Reino Unido. Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y jefe del Laboratorio de Biología Molecular, Instituto de Biomedicina, UCV.  Ha publicado más de 100 artículos en revistas científicas y capítulos en libros. Algunas de sus distinciones son: Miembro Honorario de la Sociedad Venezolana de Dermatología (1993); Premio Fundación Empresas Polar “Lorenzo Mendoza Fleury” en 2005; Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL, 2018); Premio “Voz de la Ciencia 2019 del Instituto de Investigaciones Biomédicas e Incubadora Venezolana de la Ciencia. Además, ha sido miembro de comités editoriales de varias revistas científicas y activo en el ciberespacio con publicaciones en varios blogs.


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