COVID-19

Covid19 y la pandemia emocional

Fotografía de Andrés Kerese | RMTF

07/04/2020

No es la primera pandemia del siglo XXI. En este hemos registrado la propagación de varios virus que afectaron la salud mundial: el SARS o Síndrome de Respiración Aguda, entre 2002 y 2003 que acabó con la vida de cerca 800 personas en Asia; la gripe A-H1N1 con un saldo negativo de 18000 vidas en el 2009; el brote de Ébola en África y las afecciones trasmitidas por mosquitos como el dengue, el zika y el chikunguña en América Latina. Pero sin duda, ninguno con la alarma mundial que ha generado el COVID-19 y las medidas de higiene y aislamiento obligatorio para detener su propagación.

Toda epidemia supone afectación de la salud y causan gran cantidad de enfermos y muertes; y llevan implícitas tres dimensiones que debemos considerar. La dimensión económica que ha sido más tendida por varios especialistas nacionales e internacionales; la dimensión social y la psicológica. Estas reflexiones buscan dibujar los efectos identificados en Venezuela en relación a la pandemia emocional presente y futura del COVID-19. Esta dimensión pone en peligro la estabilidad emocional de las personas, pero también de los grupos y la sociedad.

Sin duda, pensar y atender la vida y la salud de los ciudadanos es el punto uno. Pero también debemos atender los componentes emocionales de la pandemia, y los peligros sociales y psicológicos que nos trajo y nos dejará como secuelas. El sacudón emocional fue mundial, países que considerábamos más robustos para atender problemas de salud, quedaron de rodillas ante los efectos del coronavirus. Todos temen por su salud, por su vida y por sus familiares. Todos en el mundo tememos, por diferentes razones y vulnerabilidades. Pensemos ahora en Venezuela.

Nuestro sistema de Salud

Conocemos también la estructura y funcionamiento de nuestro sistema de salud y los múltiples factores que le quitan tranquilidad y disminuyen la calidad de vida de los venezolanos: los temas económicos y en especial la hiperinflación y la escasez, la inseguridad, el colapso de los servicios públicos, el tema gasolina, efectivo y un largo etc. que suma en nuestro cerebro y lo ponen a trabajar las 24 horas del día.

Cuando pensamos en salud, generalmente nos situamos en la dimensión física: calidad de vida, enfermedades o ausencia de ella, bienestar y sentirnos sanos; pero la salud incluye también las condiciones sociales de vida, la falta de cuidados, el sentirse feliz, la alegría de vivir, el sentido de la vida, el disfrute de múltiples actividades que deberíamos realizar y la salud mental.

La salud también se estudia desde una dimensión individual, con la que estamos más familiarizados, es nuestra salud y la de nuestros cercanos; la salud pública que refiere a la salud colectiva para promover el bienestar y la salud, prevenir y vigilar la enfermedad y los factores de riesgo; y en tercer lugar, la salud de los grupos sociales, relacionada con la estratificación de colectivos según su clase social, género, etnicidad, situación migratoria, edad, territorio, identidad sexual o cultural, o distintas formas de discapacidad, es decir con las desigualdades de salud. Esta misma consideración la vamos a transpolar a la salud mental o psicológica, como se prefiere llamar más recientemente.

Las emociones de la pandemia

Sin buscar la exhaustividad de las teorías de las emociones, estas se clasifican en teorías fisiológicas, neurológicas y cognitivas; pero también por su función adaptativa, según las metas valoradas, por los patrones que las generan, según la expresión facial universal. Más recientemente, la psicología positiva propone la distinción de emociones positivas y negativas donde se identifican, por un lado el amor, la alegría, placer, satisfacción, orgullo, esperanza y otras. Y por el otro lado, miedo, rabia, tristeza, aflicción, insatisfacción. Sin embargo, es necesario acotar que todas las emociones tienen un lado positivo y otro menos positivo. Por ejemplo, En el caso de la rabia, puede llevar a la autorreafirmación, a la defensa y demarcación del territorio, y en definitiva conduce a la acción; pero mal canalizada esta emoción se vuelve irritabilidad, agresión, resentimiento, no expresada se puede volver contra sí mismo y afecta la salud física.

Eso es lo que dice la teoría, pero en mis estudios sobre las emociones y el estado emocional de los venezolanos, me ha llevado a hablar de las emociones de la crisis. Los venezolanos conocemos, toleramos y somos amigos de la tristeza, el miedo, la rabia, la frustración; pero la crisis de los últimos años, ha hecho aparecer otras emociones complejas, mixtas, que nos cuesta identificar, sentir sus expresiones físicas, psicológicas, conductuales y cognitivas y salir de esos estados emocionales como la perplejidad, anestesia, aturdimiento, confusión, duelo intenso, dolor, sufrimiento, vulnerabilidad, colapso y hasta culpa de sentirnos bien en medio de la crisis, de ver oportunidades, de prosperar y no dejarnos derribar por los otros y por la adversidad. Lo que contrasta con nuestra característica histórica de alegría.

Llegó el coronavirus

Esperábamos la llegada del COVID-19 a Venezuela. Era inevitable. Desde entonces es imposible pensar y hablar de otra cosa. El coronavirus provocó gran preocupación y malestar emocional mundial.

Con el anuncio oficial de las medidas de aislamiento obligatorio para controlar la propagación del virus, comenzaron las conductas irracionales y el pánico colectivo. A la calle hacer Colas, compras exageradas, acaparar el que pudiera. Y es que en este país tenemos una historia de dolor y escasez que se nos activó inmediatamente con esta emergencia sanitaria. ¿Pensaron en lo que evoca una simple fotografía de estantes vacíos en una farmacia o un supermercado? ¿No pensamos si la foto era local o no, o anterior a la pandemia? simplemente corrimos a protegernos.

Miedo colectivo fue la primera reacción de la pandemia, es lo esperado. Una pandemia de gran magnitud implica una perturbación psicosocial que puede exceder nuestra capacidad de calma y racionalidad. El estudio de las pandemias incluso nos señala que toda la población va a sufrir preocupaciones, angustia y tensiones en mayor o menor medida. Es la reacción normal ante una situación anormal. Además, si en las familias hay antecedentes de problemas psicológicos en alguno de sus miembros, sus síntomas aumentarán durante este periodo, por eso es importante mejorar la atención pública en salud psicológica. Es muy probable que las personas con antecedentes de salud requieran apoyo, incluso a distancia. Se registraron los primeros ataques de pánico, ¿a quién llamar? O ¿a dónde acudir? Los efectos en la salud psicológica van a ser más marcados en las poblaciones vulnerables y en las que viven en condiciones de precariedad, con escasos recursos y dificultades con los servicios públicos. ¿Quién recibe el servicio de agua de manera “más o menos regular” que es fundamental para mantener las indicaciones de cuidado e higiene?

Hablamos mucho del miedo. Pero el miedo tiene una dimensión poderosa: el imaginario. Miedo a una imagen que formamos sobre la situación real o peligro percibido, miedo que nos aborda, que nos paraliza, que nos invade el cuerpo y la mente. En especial si sufrimos de un trastorno obsesivo-compulsivo o de ansiedad.

Pero no es la única emoción presente. Tenemos un abanico de opciones que se registran en la población. Tres semanas de aislamiento y predomina la ansiedad, el aburrimiento, el hastío por el encierro, por la ruptura de las rutina y por el deseo de volver a “nuestra normalidad”, aun cuando sabemos que no tenemos un espacio de vida normal y que nos espera un mundo diferente.

Estar en casa con todos los miembros de la familia, o en la soledad absoluta también nos movió emocionalmente. Familias con fisuras terminan por darse cuenta que son grietas y deben ser atendidas, parejas con problemas terminan por confrontarse, algunas mentiras quedan al descubierto y los comportamientos violentos y adictivos se hacen evidentes. No podemos con la ansiedad de querer salir, de ver a los otros, de revisar las páginas de internet que se disfrutan en soledad. Mis colegas psicólogos clínicos no han dejado de atender a sus pacientes con este aumento de síntomas y con la nueva realidad que puso en evidencia el COVID-19.

Otros aspectos que me han consultado como profesional refieren al contenido de los sueños. El sueño no es reparador para algunas personas, es agitado y además se sueña con miedos sobre el virus. Me consultan sobre el aumento de consumo de alcohol y drogas. Pero también, hay que decirlo, otro grupo de personas que llevan mejor el tema del encierro, que acata la norma, que puede trabajar desde su casa, y aprovecha el momento para la reflexión y sacar las conclusiones de vida.

Era y es necesario el manejo de las emociones y enumerar las nuevas normas para la familia al estar más tiempo juntos en convivencia tan estrecha y prolongada para evitar los conflictos o identificarlos y abordarlos profesionalmente si es necesario.

Ya señalé que este cambio de rutina puede generar irritabilidad, estrés, tristeza, depresión, cansancio entre otras reacciones. Cada miembro de la familia expresará de manera distinta sus emociones en forma e intensidad. Es el momento de observar, escuchar, comprender, tolerar y acompañarse.

¿Qué más hacer?

Varios colegas han dado acertadas recomendaciones de cómo lidiar con el aislamiento prolongado y el manejo de las emociones en este encierro. Aquí las mías:

  • Céntrese en el momento presente. Vayamos resolviendo día a día.
  • No consuma información en exceso sobre el coronavirus. Ya lo sabemos, ocúpese más bien en leer otras cosas, aprender, resolver, y ayudar a los suyos y a sus vecinos, si puede.
  • Establezca espacios y horarios.
  • Diseñe rutinas para todos los miembros de su familia. Manejo especial requieren los niños y adultos mayores.
  • Incluya actividades físicas pero también de formación y aprendizaje.
  • Informe que ud. debe trabajar, para que se respete su labor y se eviten interrupciones.
  • Maneje sus emociones, disminuya la ansiedad. Procure reducir los pensamientos negativos incluyendo otro tipo de información que equilibre el pensamiento y le de tranquilidad.
  • Debemos potenciar las emociones que nos vinculen: como la solidaridad, el apego, el interés, la alegría, la serenidad.
  • Busque ayuda profesional, si la requiere.


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