Si ya todo era precario, ahora apenas puedo respirar, mínimo aliento para constatar la existencia de la jauría, afuera oigo las risas de los vecinos y su juego macabro.
Una peregrinación sin peregrinos. El día de ayer, todavía.
Una peregrinación sin peregrinos. El día de ayer, todavía.
Nuestra Señora transportada en pickups.
Día religioso para muchos.
Una fe que se transporta. Una fe nómada.
Aire ligero hacia el fin de la tarde; en la mañana, neblina.
Una noticia sobre grúas que llevan familiares hasta las ventanas de los pisos superiores de una residencia de ancianos.
Como si las mujeres y los hombres y los niños y los perros y hasta los propios autos y las máquinas en funcionamiento todavía no pudieran producir a gusto todos sus sonidos habituales.
Un grupo de personas alrededor de la información.
Y sí, la información es el fuego del siglo y el siglo está frío.
En 1875 Nueva York ya era una gran ciudad, centro de grandes acontecimientos en diversos ámbitos. Una ciudad cosmopolita donde todas las manifestaciones culturales comenzaban a expresarse.
Es como dejar caer una mancha de tinta en agua limpia, dijo el ministro de Salud coreano.
«Me dirijo a ustedes a la misma hora en que lo hizo mi padre, hace 75 años», discurso de la reina Isabel II. Ayer.